martes, 10 de enero de 2012

La coeducación, una asignatura pendiente

“Las mujeres son educadas para satisfacer las necesidades afectivas de los demás, para responder emocionalmente de sus hijos, maridos, compañeros de trabajo… Les crecen unas antenas afectivas que les alertan sobre las necesidades de los demás.  Ayudan a los que tienen junto a sí y procesan las emociones  desagradables que surgen  en la vida”.
                                                                     
  E.L. Eichenbaum y O. Orbach (psicólogas) (1987)

Desde la infancia las personas son educadas en función del sexo: A la mayoría de las bebés se les pone un traje rosa y a la mayoría de los bebés, azul; cuando crecen un poco se les da juguetes diferentes, Se les suele hablar y coger de distinta manera y se espera que los niños actúen de diferente formas que las niñas. A través de gestos, juguetes, comentarios y la realización de las distintas tareas se va orientando a los niños y a las niñas hacia el desarrollo de distintas habilidades, capacidades y actividades. 
Así, cuando las niñas juegan con muñecas o con juguetes relacionados con la enfermería o el cuidado de otras personas, están aprendiendo a atender a las necesidades ajenas, a realizar la actividad afectiva y los cuidados que han visto hacer a sus madres y a otras mujeres. Los juguetes de los niños son bien distintos, e incluso a algunos de ellos, los bélicos, requieren el desarrollo de actitudes opuestas a los cuidados y a la capacidad para atender a las necesidades y sentimientos ajenos. Si un niño siempre juega con pistolas, tanques y muñecos y videojuegos donde los protagonistas agreden a quienes consideran sus enemigos, tendrá menos capacidad para tener en cuenta los afectos, los sentimientos y las necesidades ajenas. Su capacidad para desarrollar la empatía (ponerse en el lugar de la otra persona, teniendo en cuenta sus sentimientos) y para relacionarse de manera cooperativa y pacífica quedará limitada, y probablemente tenga que reprimir sus afectos para demostrar que es un hombre como el que ha visto en videojuego, películas, etc.

Esta educación hace que tantas personas sientan malestar cuando se relacionan con el otro sexo, puesto que existe un desequilibrio entre la educación de las mujeres (más orientada hacia la entrega, el cuidado y el apoyo a otras personas) y la educación de los hombres (más orientada hacia el logro personal y la obtención del afecto y la atención de las mujeres). El desencuentro perjudica fundamentalmente a las mujeres, aunque también a los hombres y a la relación entre ambos, y se vuelve especialmente grave en los casos de violencia contra las mujeres. En estos, los hombres que han aprendido a usar la violencia como medio para alcanzar sus fines suelen recurrir a ella cuando sus objetivos no concuerdan con los de las mujeres, y la utiliza para imponer así sus deseos. En estos casos, estos hombres están considerando que ellas deben satisfacer sus necesidades y deseo, sin tener en cuenta los de estas.
Aunque la educación no influyen de la misma manera en todas las personas y muchas piensan que están educando en los mismos valores y actitudes de los chicos y las chicas, la mayor parte de los libros de texto, las películas, los videojuegos, los juegos infantiles y las familias reproducen la desigualdad que existe en la sociedad. (...)
¿Educamos igual a nuestros hijos y a nuestras hijas? Trabajo y convivencia. Sara  Añino Villalva (CEAPA, 2004)

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